El día después

Tanto expertos como profanos coinciden en señalar que el turismo que vendrá será un turismo de proximidad, que el futuro inmediato del sector pasa por los viajes de distancia corta y público local. El…
Tanto expertos como profanos coinciden en señalar que el turismo que vendrá será un turismo de proximidad, que el futuro inmediato del sector pasa por los viajes de distancia corta y público local. El turista extranjero tardará tanto en volver a desplazarse como la ciencia no acabe de dar seguridades, sea por la aplicación de tratamientos de probada eficacia o por la distribución masiva de vacunas. Así pues, el viaje por ahora será de “kilómetro cero”, o no será.

Esta perspectiva plantea varios retos, importantes desafíos para el ámbito de la comunicación y el márquetin turístico:

  • Se ha hablado mucho del beneficio para el planeta que ha supuesto la disminución de vuelos y desplazamientos motorizados de cualquier tipo. Hay cierta demagogia en esta afirmación, ya que la emergencia climática no se va a revertir por unos pocos meses de confinamiento. Sin embargo, esta situación nos debe hacer reflexionar sobre cómo gestionar el futuro regreso del turista, ávido de cambios de aires en cuanto pueda salir de casa. Más que nunca, los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) deberán tenerse en cuenta en cualquier estrategia a medio y largo plazo, entendiendo por sostenibilidad medidas ambientales y también sanitarias.
  • La desconfianza y las normas de distanciamiento – que, quizá más relajadas, seguirán vigentes –, llevarán a buena parte del público que disponga de presupuesto a pesar de la crisis económica a buscar lugares menos habitados, destinos menos masificados por defecto. Este puede ser paradójicamente el gran momento de la España Vacía, que sin embargo tendrá que prepararse adecuadamente para gestionar la demanda con los escasos recursos de alojamiento y restauración disponibles. Las normas que se impongan para la reapertura de estos establecimientos pueden ser otro condicionante a tener en cuenta.
  • Pero, sobretodo, habrá que vencer al miedo. No el miedo a volver a viajar, que se da por descontado, sino el miedo de los destinos a volver a abrir las puertas. Uno de los efectos perversos del confinamiento es el recelo hacia el vecino como posible portador de la enfermedad, como vector de contagio. Sólo hay que ver las reacciones negativas cosechadas por aquellos que se han confinado en sus segundas residencias cuando aún era posible desplazarse, y no digamos hacia aquellos que, de manera incívica, han buscado la manera de ir hasta allí a pesar de la prohibición.

Por todo lo dicho, cualquier campaña de promoción turística que se active durante las próximas semanas debe incidir primero en el propio destino, casi diríamos a nivel de comunicación interna, generando la confianza suficiente entre los habitantes de un lugar para que se dispongan a reabrir sus puertas. Y cuando lo hagan, el mensaje deberá poner de manifiesto tanto la seguridad para el visitante como la observación de medidas que conlleven una sostenibilidad bien entendida. Porque el turismo post-pandemia será más temeroso, pero también más consciente de su suerte.

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