En 2021, un 13,4% de los empleados de la Unión Europea de los 27 teletrabajaron desde sus hogares. Esta cifra está notablemente por debajo del potencial de implantación máxima de esta forma de trabajar, que según distintas estimaciones puede oscilar entre el 30 y el 40% de los puestos de trabajo.
¿De qué depende que en una organización se implante o no el teletrabajo? En buena medida, por supuesto, de las percepciones y capacidades que tengan las personas con capacidad de decidir sobre su implantación.
Encuesta a nivel europeo
El proyecto WorkingSmart Erasmus+ ha realizado una encuesta en cinco países europeos para conocer las percepciones sobre el teletrabajo por parte de las personas en roles directivos, y así poder formar adecuadamente a las personas que liderarán su implantación (ved más abajo los datos sobre la muestra).
Los datos obtenidos indican que las personas decisoras de las organizaciones tienen una valoración general positiva del teletrabajo y tienen intención de implantarlo pronto o aumentar su nivel de implantación en sus organizaciones. Piensan que el teletrabajo es aplicable a sus tareas y que los resultados del uso del teletrabajo son tangibles y observables. La implantación del teletrabajo no les provoca ansiedad, y perciben que pueden controlarla adecuadamente. Todo ello, sin engañarse sobre el esfuerzo que requerirá, puesto que asumen que serán necesarios cambios significativos en sus puestos y rutinas. No obstante, hay diferencias según el perfil de quien responde, lo que es relevante para entender las posibles dificultades en la difusión del teletrabajo en las organizaciones.
Las personas que tienen una visión del conjunto de la empresa (propietarias de empresas y en cargos de dirección general), especialmente si la empresa es de muy reducido tamaño, tienen un patrón de comportamiento similar, frente al teletrabajo, el cual difiere en algunos aspectos del de los cargos directivos en niveles jerárquicos inferiores:
● La percepción del riesgo es mucho mayor entre la dirección general y los propietarios de empresas en relación con la pérdida de la cultura corporativa, la cohesión y el compromiso del equipo y la capacidad de comunicación o la comunicación interna.
● La dirección general y los propietarios/as de empresas tienen también una percepción menos positiva de la calidad de los resultados que se obtienen con el teletrabajo, su utilidad, las oportunidades que ofrece para la conciliación de la vida laboral y familiar, o la satisfacción de los trabajadores en relación con esta forma de organizar el trabajo.
● Para las personas en el máximo nivel jerárquico el teletrabajo es menos agradable, satisfactorio e interesante que para los demás directivos. Por el contrario, sus percepciones sobre su confianza, facilidad o comodidad son menos positivas.
En consecuencia, los propietarios de las empresas y los directores generales dan menos importancia a la implantación del teletrabajo que los demás cargos directivos, Esto ocurre de forma más clara cuando la dimensión de la empresa es más pequeña y sin duda puede generar un freno (si no una barrera) a la difusión del teletrabajo en las micro-pymes y pymes europeas.
Estos resultados sugieren que cualquier acción encaminada a promover la implantación del teletrabajo en Europa debe prestar especial atención al colectivo con peor percepción sobre esta forma de trabajo, es decir: las personas que ocupan el máximo nivel jerárquico en las empresas de menor dimensión, sean propietarias o dirección general. Las personas con roles directivos en niveles jerárquicos inferiores, especialmente en las grandes empresas, son más favorables al teletrabajo y sienten que no les supone un cambio difícil en su modo de actuar.
Resultados de la encuesta
La encuesta de WorkingSmart Erasmus+ ha recopilado 186 respuestas de personas de perfil diverso (ver
Tablas 1 y 2), que tienen influencia sobre la implantación del teletrabajo en sus organizaciones.
